Niños de todo el mundo duermen abrazados a peluches
Uno de los recuerdos que todos tenemos de nuestra infancia es la presencia de un peluche muy querido con el que siempre dormíamos y no nos desprendíamos de él para nada.
No importa de qué generación seamos. A todas, una detrás de otra, nos resulta muy enternecedor ver a un pequeño que lleva entre sus brazos su peluche favorito. Su aparición fue en el siglo XX, según cuentan entre Alemania y Estados Unidos, época en la que Theodore Roosvelt volvió de vacío después de una de sus sesiones de caza. Sus amigos, para complacerle, capturaron un oso vivo para que él mismo lo capturase pero él no quiso hacerlo, salvando así la vida del animal. Después de esto los periodistas hablaron de lo sucedido y unos fabricantes de juguetes tuvieron la idea de crear un oso articulado hecho de lana y lo bautizaron como Teddy Bear, Teddy porque era el sobrenombre de Theodore Roosevelt y Bear que significa oso en ingles. Había nacido el archiquerido amigo de nuestros niños, el oso de peluche.
Un muñeco es la mejor compañía para los más pequeños en muchos casos: cuando hacen la siesta, si tienen un sueño, si pasean por la calle en su carrito… va con ellos a todas partes y difícilmente se desprenden de él. Su textura llama especialmente la atención de los niños, de ahí que se aferren con tanto cariño a un osito de peluche, aún más si desprende el olor de la madre.
Estos muñecos son un importante apoyo emocional durante la etapa de despego de la madre, período por el que pasan para convertirse de bebés en personitas independientes, a partir del primer año de vida. Es lo que se conoce como “objeto de transición”.
Estos objetos favorecen el desarrollo emocional y psicológico del pequeño: le consuela, le acompaña, le hace tomar conciencia de sí mismo, le da confianza, le quita temores e inseguridades, le ayuda a conocer mejor sus sentimientos y a tener en cuenta los de los demás. Su “mascota” o “acompañante” suele aparecer durante la segunda mitad del primer año, cuando el pequeño o la pequeña se da cuenta de que no solo existe mamá y hay ratitos en los que estará solo, aunque sea solo durante algunas de sus horas de sueño. Para esos ratos en los que mamá y papá no están, el niño busca un sustituto para no notar esa ausencia y lo encuentra en ese acompañante al que tanto cariño le ha cogido.
Uno de los momentos cotidianos en que salimos de casa y en muchos casos, los pequeños nos acompañan es cuando vamos a hacer la compra. Si por las prisas nos hemos olvidado de su peluche, corremos el riesgo de tener que acabar antes de haber metido en el carro todo lo que llevamos en la lista. Por eso, os damos un consejo: Ten un doble de su amigo peluche. Déjalo al lado de la bolsa reciclable que usas para ir a comprar y así no tendrás que buscarlo entre sus cosas con el riesgo de olvidarlo.
Aunque deberás ir con cuidado: los niños no son tontos y es muy probable que se dé cuenta de que no es su verdadero amigo. Lava a su amigo del alma con frecuencia, pero hazlo cuando no lo necesite y mételo en la secadora para terminar antes, si se acostumbra a que huela a limpio, no le importará que lo laves. Lava también a su doble para que los dos tengan el mismo olor y el mismo desgaste, ¡hay que estar en todo! Cuando ya esté destrozado, aunque te resultará imposible tirarlo, le puedes decir que irá a pasar unos días a casa de la abuelita para recuperarse y volverá como nuevo.
La ventaja de olvidar su muñeco es que es muy probable que aumente su cantidad de mimos hacia ti, para compensar su ausencia. Cuando tú no estás, el peluche te substituye a ti por lo tanto, esta vez puedes ocupar tú su lugar, ¿Te sientes ahora más suave?
es sierto porque tengo uno y duermo con el