El fuego fuera de control: una energía desequilibrante y peligrosa

2012 está siendo el año en el que más y más extensos incendios se han producido en los seis primeros meses: 14 frente a los 4 que es la media de la década. También es el año que más conatos de incendio, es decir incendios de menos de 1 hectárea, se han producido.

Parece que no aprendemos. Siete años después del incendio de Guadalajara (2005), en el que perecieron 11 miembros de un retén forestal, y que se produjo por una negligencia de unos excursionistas, ocho años después del incendio de Riotinto (Huelva) (2004), con  graves consecuencias ambientales y económicas que aún se padecen en la zona afectada, seguimos viendo este año imágenes espeluznantes en los montes de la Comunidad Valenciana, o los ya repetitivos en Galicia, o los que aún arden y humean cuando escribimos estas líneas de la Jonquera (Girona).

La consecuencia: la destrucción de nuestros mejores montes y, con ellos, una enorme biodiversidad que es también patrimonio colectivo.

El 95% de los incendios forestales tiene su origen en una actividad en la que las personas hemos intervenido. Dejando aparte los incendios provocados por pirómanos en los que hay claramente una mala intención de origen patológico, el 50% de los incendios que llegan a descontrolarse se originan en la quema de rastrojos, restos de cultivos agrícolas o matorrales para obtener pastos, y otra parte importante en las negligencias cuando las personas estamos en el monte o en el bosque: una colilla tirada por la ventana, una botella de cristal abandonada, una barbacoa improvisada…

Recordamos campañas que han pretendido hacernos sentir que perdemos parte de nosotros, “¡Cuando el bosque se quema, algo tuyo se quema!”, otras que nos han llevado a movilizarnos especialmente en los años donde el fuego más ha atacado casi como una llamada de ayuda para que cada uno colaborara como pudiera, “¡Todos contra el fuego!”, y otras más rotundas, casi dándonos una orden, “Al bosc, el foc treu-t’ho del cap!”… pero seguimos viendo todos los años cómo arden nuestros montes. ¿Qué nos pasa?, ¿No nos importa la tierra donde vivimos y en la que tienen que vivir muchos años los peques que van de excursión por primera vez ilusionados con los profesores de Ciencias a conocer los diferentes tipos de hojas de los árboles?

La búsqueda de algún argumento nuevo que contribuya al cambio definitivo de actitud frente al fuego, después de los pobres resultados de tantas campañas apelando a nuestra responsabilidad como seres racionales, a nuestra conciencia de seres humanos que formamos parte de la naturaleza, incluso a las más imperativas, nos ha llevado a investigar en culturas más antiguas que la nuestra, con la esperanza de encontrar alguna propuesta nueva, y hemos llegado a la milenaria cultura china.

A través de la continua observación de los elementos, el Feng-Shui se convirtió en arte-ciencia con los años, que fue ampliando la observación del Agua y el Viento hasta conocer el ciclo creado por toda la energía de la naturaleza. Así concluyeron que la energía que interactúa en la naturaleza puede moverse en 5 direcciones y que en sus movimientos se compensa para mantener el equilibrio. Las direcciones de la energía son las que conocemos como los 5 elementos de la naturaleza: madera, fuego, metal, tierra y agua. Si alguno de estos elementos está desequilibrado, es decir no está compensado por los otros, se provocan grandes desequilibrios de energía que afectan, sin ser conscientes, a la vida en general y a las personas en particular.

Los 5 elementos de la naturaleza interactúan entre si en una especie de ciclo constructivo: La Tierra se compacta y crea Metal, el Metal produce Agua por condensación, el Agua genera Madera, la Madera nutre el Fuego, y el Fuego al crear cenizas genera Tierra. Es un círculo equilibrado. Si se pierde el control, las propias energías se controlan: El Fuego no puede ser demasiado fuerte porque derretiría el Metal, si el poder del Metal es demasiado fuerte cortará la Madera, si la Madera de los troncos de los árboles es escasa la Tierra se moverá y será arrasada, la Tierra controla el exceso de Agua, y el Agua finalmente apaga el Fuego.

Es evidente que nosotros no somos una de las energías de la naturaleza, pero nos empeñamos en ser quienes más la afecta, desgraciadamente de forma negativa. Será la falta de responsabilidad o la falta de sensibilidad por la Tierra en la que vivimos. Quizás será el exceso de orgullo que nos ciega y nos hace creer que somos invencibles y que somos el centro de la naturaleza. Y en realidad, somos solo parte de ella, una parte muy pequeña.

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