Jugar con valores: El valor de cooperar
Queremos iniciar desde aquí, una serie de posts para jugar en familia a la vez que desarrollamos valores de convivencia. Empezamos hoy con el valor de la cooperación.
Desde pequeños, todos hemos aprendido de alguna u otra manera a cooperar: en casa, en la guardería, en el parvulario,… Sin darnos cuenta pasamos de “jugar al lado del otro” a “jugar con el otro”, seguramente sin ser conscientes, en un principio, de las ventajas que este cambio supuso en nuestras tiernas vidas. Aunque visto con ojos de adulto, esta evolución pueda parecer lo natural, no lo es tanto si pensamos en la naturaleza humana.
El ser humano tiende de forma innata a la socialización, pero por otro lado también a mostrarse insolidario y egocéntrico con mucha frecuencia, porque el egoísmo es parte también de nuestra naturaleza. No podríamos vivir si prescindiéramos de esa parte egoísta, porque la necesitamos para subsistir entre los demás, cuidando de nosotros mismos; pero del mismo modo, necesitamos de los demás para hacer nuestras vidas porque, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que “nos volvemos humanos por imitación”.
Cooperar implica trabajar juntos y la mejor manera de educar en el valor de la cooperación es cooperar.
Algunos juegos en familia pueden ayudar a aprender casi sin darnos cuenta, como por ejemplo, hacer un puzle. Los rompecabezas, aunque también se pueden hacer de forma individual, son un buen ejemplo de juegos en los que el trabajo en equipo los hace más sencillos y divertidos.
Otro juego divertido que nos permite desarrollar el valor de la cooperación es el de las frases cortadas: tomamos cuatro o cinco frases escritas sobre un papel y las cortamos en pedazos. Cada pedazo puede contener una o más palabras. Mezclamos los pedazos y los distribuimos al azar entre los miembros de la familia. Todos los participantes enseñan el pedazo que tienen y entonces empieza el juego. En silencio, los jugadores deben ordenarse u ordenar los pedazos de papel con las palabras para construir frases correctas de forma que al final no sobre ni falte ningún pedazo. Sólo podremos pedir con gestos que los otros jugadores se cambien de sitio o se intercambien los trozos de frase que nos parezcan necesarios. Nunca nadie puede quedarse sin ningún fragmento de frase. Una variante al juego de las frases cortadas es que hubiera tantas frases como jugadores, cortadas en trozos. Todas las partes se reparten entre todos los jugadores y cada jugador debe construir una frase con sentido. Todos los jugadores deben tener siempre algún trozo de frase.
Es interesante ver cómo mayores y pequeños juegan. En una persona adulta poco madura podremos encontraremos actitudes egoístas, propias de los niños pequeños y cuanto más maduros nos hacemos, más pesa nuestro lado solidario. Convertirse en una persona madura, por tanto, no es un tema de edad, sino de educación en los valores, entre ellos el de la cooperación.