Viajar al origen de los productos frescos
Viajar es uno de los placeres que está al alcance de todos. Y estamos convencidos cuando decimos todos, porque hay muchas formas de viajar y hay muchos destinos que merecen la pena ser visitados, muchas veces más cerca de lo que sabemos.
Leer es una forma de viajar, de transportarnos a través de las letras a lugares en los que podemos sentir tanto o más que si estuviéramos allí. Un buen libro puede hacer que todos nuestros sentidos se disparen. La imaginación nos hace ver escenarios fantásticos donde cantan los pájaros o la lluvia golpea los cristales, las ricas descripciones pueden hacernos sentir calor o cómo el viento corta nuestros labios, y muchas ilustraciones y fotografías desprenden aromas y sabores que nos hacen la boca agua.
Los libros de cocina son uno de esos tesoros que a todos nos gusta mirar en las librerías. Que levante la mano quien no haya acariciado alguna vez la tapa de uno de esos grandes libros de cocina en una librería. Y es que la cocina es otro de los placeres que dispara también todos nuestros sentidos. Porque la cocina es otra forma de viajar.
Conocer la cocina de cada rincón del mundo está cada día más al alcance de todos, los supermercados y los restaurantes se encargan de ello. Pero el placer de degustar un plato típico en el lugar de donde son originarias las recetas y los ingredientes, no es comparable al de hacerlos en casa o en un restaurante. En estos días que el sol nos acompaña más horas y atempera los aperitivos en las terrazas, nos apetece más salir y aprovechar los fines de semana. No hace falta ir muy lejos para desconectar dejándote llevar por el placer de viajar a través de la gastronomía de los pueblos, villas, aldeas y ciudades que tenemos en un radio de 50 km. Estés donde estés, 50 km parece ser la distancia que podemos considerar “una escapada” de un día, para volver a casa al final de la jornada… que no está la cosa para añadir según qué gastos.
Se puede viajar sin rumbo, pero mejor orientar la brújula hacia los lugares que celebran ferias gastronómicas. Es como planificar un viaje al origen de los sabores auténticos, de los olores intensos, de los colores vivos, de las texturas naturales, allí donde crepitan las brasas para transformar las carnes y las verduras en los platos de cada día. Los calçots asan distintos en Les Terres Baixes; los embutidos curados parecen más frescos en las ferias de Vic que además en Semana Santa tiene una oferta musical muy estimulante; nos convencemos de que realmente las alcachofas son flores cuando las vemos en los campos de Tudela; y sólo con el olor de los naranjos de Castellón, puedes dar por acabada cualquier comida con el mejor postre… bueno, mejor un zumo o unas rodajas de naranja rociadas con miel y limón.
El mes de abril está lleno de ferias gastronómicas, con sabor a cuaresma, en Catalunya y fuera de ella. ElDomingo de Ramos, elige entre las ferias de Vic, Figueres, Vilanova i la Geltrú, Batea y Castellón de Empúries. El Viernes Santo, piérdete por las ferias de Torà , Sant Feliu de Guíxols y Santa María de Besora. El Sábado de Gloria, están de feria en Calafell, Garriguella, Florejacs, Olvar y El Perelló. Y el Domingo de Pascua, disfruta de los quesos en Ribas de Freser.
Este año, las vacaciones de Semana Santa parece que nos invitan a estrenar el mes viajando con los sentidos.
