¿Quién dice que los mayores no juegan?

A veces tendemos a pensar en el juego como un territorio exclusivo de niños o adolescentes, pero si nos paramos a pensar los mayores siempre han desarrollado otro tipo de juego, tal vez menos físicos, pero juegos al fin y al cabo.

Pensemos en los juegos de mesa: las cartas, el parchís, el dominó que campaban sobre las mesas de muchos bares de pueblos, o en las casas tras una sobremesa, aunando a su alrededor a participantes de muy diversas edades. La mayoría de esos juegos de mesa han sido tradicionalmente parte del ocio de gente adulta e incluso de la tercera edad que compartían su tiempo de ocio con amigos y vecinos.


El juego ha ido evolucionando con el tiempo, la tecnología también ha “colonizado” la parte lúdica de nuestras vidas. Así pues, juegos interactivos a través de ordenador, de consolas, o del móvil, videojuegos sociales han copado un importante espacio tanto de nuestro tiempo de ocio, como de la industria dedicada a la tecnología. Juegos como Farmaville y otros triunfan en redes sociales como Facebook, juegos multijugador a través de los que compartir aficiones con “rivales” del ciberespacio, que anulan las distancias y las edades. Han triunfado también juegos de simulación de entornos virtuales como el archiconocido “Second Life”.

Pero el juego tiene en muchas ocasiones un papel más allá del meramente lúdico. El juego es una de las formas de interacción con los demás, con lo que el juego adquiere un papel socializador importante. Se ha usado el juego como elemento integrador de gente de diversas condiciones sociales y culturas. A través del juego aprendemos a respetar, a comunicarnos, a resolver conflictos, a rivalizar con deportividad,…

Por todo ello se vio en el juego un elemento interesante para aplicarlo con finalidades de desarrollo de aspectos cognitivos y terapéuticos. Los pacientes de enfermedades neurodegenerativas como el alzheimer, o esclerosis múltiple realizan juegos para desarrollar o potenciar ciertos aspectos como la agilidad mental y visual, el cálculo la comprensión oral y la agilidad de movimientos.

El juego mejora la autonomía y la autoestima de muchos enfermos limitados física o psíquicamente y les sirve de elemento para superarse.

Las últimas tendencias socio-pedagógicas adjudican al juego un papel para intentar cambiar conductas sociales. Así se ha visto que hábitos arraigados difíciles de dejar, como el sedentarismo etc. son más fáciles de abandonar si hay de por medio un reto, o algo divertido, en definitiva un juego. (Ejemplo: The fun theory)

Ya ves que el juego no es solamente cosa de niños, ¡diviértete y disfruta a cualquier edad!

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