Vacaciones: 86.400 segundos al día de descanso

Agosto es el mes de las vacaciones, aunque desde la fiesta de San Juan hasta que empiezan los colegios de nuevo, los buenos estudiantes disfrutan de tres meses de descanso que los adultos miramos con nostalgia desde el primer día que nos incorporamos al mundo profesional.

Por eso, cuando por fin el calendario marca el día que nos hemos puesto como el primero de las vacaciones, el reloj parece que cuenta el tiempo de forma distinta. Quizás el primer día incluso nos despertemos sin que haya sonado el despertador, a la misma hora de cualquier día laborable… pero es el único día en que no nos fastidia, sino que miramos al reloj con ojos de venganza porque esta vez vamos a seguir durmiendo un poco más.

Irremediablemente, el reloj forma parte de nuestras vidas, en ocasiones excesivamente repletas de actividades y aceleradas, tanto las nuestras como las de los niños, y suele despertar en nosotros generalmente sentimientos negativos: es como un pequeño tirano. Tenemos que agradecer a los antiguos griegos  mucho de nuestra cultura actual,… aparte de disfrutar cada verano de los Juegos Olímpicos. Ellos fueron quienes adoptaron de los egipcios el sistema por el que medimos el tiempo hoy en casi todo el mundo civilizado. Los egipcios dividieron el día y la noche en doce horas cada uno, por tanto, un día completo quedaba compuesto por 24 horas. Para la subdivisión de las horas, los griegos se fueron hasta Sumeria, en lo que hoy es Irak. Los sumerios no contaban como nosotros, de diez en diez, sino de sesenta en sesenta. Ellos fueron los que dividieron las horas en sesenta minutos y cada minuto en sesenta segundos.

Quizás para transmitir la continuidad infinita escogieron el círculo para representar el tiempo, de forma que un día completo quedaba representado por un círculo dividido en 360º. Esta pequeña historia puede servir a muchos estudiantes de geometría a recordar cuántos grados tiene un círculo, y a cualquiera que lleve un reloj en la muñeca a entender porqué cuando la manillas del reloj dan una vuelta completa, ya se nos ha escapado medio día, pero inevitablemente viene el segundo siguiente para empezar el otro medio.

No fue hasta el siglo XIX que sentimos la necesidad de medir el tiempo en fracciones de segundo más pequeñas. Quizás por el desarrollo tecnológico, quizás porque nuestros niveles de exigencia nos hacen ser más precisos. Fue entonces cuando, para hacerlo más sencillo ya en plena modernidad, aplicamos la escala del diez para fraccionar los segundos. Por ello, hablamos de décimas, centésimas y milésimas de segundo. ¿Alguna utilidad para las vacaciones en que no vamos a esforzarnos en cumplir con un horario? ¡Sí, por supuesto! Los tiempos de los atletas que compiten en los Juegos Olímpicos se miden en milisegundos porque en el último puede esconderse el próximo Record Mundial.

Menos mal que de los antiguos griegos solo heredamos su método para medir el tiempo en un día, porque para ellos las semanas tenían diez días,… ¡con lo que cuesta llegar al viernes siendo siete!!!  Aquí estuvimos más avispados al adoptar de los judíos su semana de siete días, y sobre todo la de incluir días de descanso obligatorio.

Es tiempo de quitarse el reloj y de abandonar el despertador dentro del cajón de la mesilla de noche. Es tiempo de no pensar en el tiempo. Las vacaciones son para vivirlas sin reloj. Pero para vivirlas más intensamente, proponemos tener solo en la cabeza que cada día son 86.400 segundos. Todos juntos, uno detrás de otro, ¿qué vas a hacer hoy?

 

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