¿Alergia alimenticia o intolerancia a los alimentos?

En primavera, es habitual que estornudemos con más frecuencia, tengamos lo ojos irritados o nos pique la garganta. En muchas ocasiones, le echamos la culpa al tiempo, porque salimos a la calle más ligeros de ropa al ver el sol a través de la ventana pero la temperatura sigue siendo baja, o también a que los árboles y las flores están en plena efervescencia y flota en el aire un polvillo no identificado pero claramente visible  que nos provoca estas reacciones. Para algunas personas son reacciones puntuales, para otras son los primeros síntomas de que van a sufrir su alergia una vez más.

La semana pasada se celebró la Semana Mundial de la Alergia, donde se hizo público que se estima que el 20% de la población es alérgica. En el caso de alergias relacionadas con la alimentación, tan sólo de un 2% en la población adulta lo es y en la población infantil, la incidencia es superior al 3-7%, aunque la mayoría superan las alergias alimentarias antes de comenzar a ir al colegio. Las reacciones adversas que pueden provocar determinados alimentos o componentes de alimentos van desde pequeñas erupciones hasta reacciones alérgicas graves. En estos casos, nos importa si es primavera, verano, otoño o invierno. La alergia va con la persona, por lo que es importante conocer bien nuestro cuerpo para identificar los síntomas de una reacción alérgica para tomar medidas correctivas, aprender y evitar nuevos riesgos.

Para hacer la vida más fácil especialmente a los niños que sufren alergias o intolerancias, y a sus familias, se ha puesto en marcha un estudio pionero en España donde participan desde pacientes, médicos, psicólogos enfermeras, educadores, cocineros… avalada por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica y la Asociación Española de Pediatría, con la participación de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona y del Hospital Universitario La Paz de Madrid, y asociaciones de pacientes, que pretende informar y entrenar en habilidades de autocuidado a padres e hijos con alergia alimentaria: es el proyecto «CESA las reacciones alérgicas por alimentos». Para ello, se llevarán a cabo unos talleres on line y, en octubre también presenciales en La Coruña, Barcelona, Bilbao, Granada, Madrid, Málaga Murcia y Valencia.  Los interesados pueden inscribirse a través de la web www.alergiayalimentos.com.

Conviene no confundir una reacción adversa a un alimento con una alergia alimentaria. La alergia alimentaria es una forma específica de intolerancia a un alimento o uno de sus componentes, que activa el sistema inmunológico. La intolerancia alimentaria afecta al metabolismo, pero no al sistema inmunológico del cuerpo, y se da cuando el cuerpo no puede digerir correctamente un alimento o uno de sus componentes. Mientras que las personas que tienen realmente alergias alimentarias necesitan generalmente eliminar el alimento causante de su dieta, las personas que sufren una intolerancia pueden consumir pequeñas cantidades del alimento o del componente alimenticio, sin que se den síntomas, excepto en el caso de personas que sean sensibles al gluten o al sulfito.

En el caso de una alergia, el alérgeno (la proteína causante de la reacción) provoca una serie de reacciones en cadena en el sistema inmunológico, entre ellas la producción de anticuerpos, que a su vez provocan la segregación de sustancias químicas, como la histamina, responsable del picor, moqueo, tos o trastornos respiratorios.

Lo más común es encontrar personas alérgicas a la leche de vaca, los huevos, la soja, el trigo, los crustáceos, las frutas, los cacahuetes y los frutos secos, como las nueces. Las alergias al huevo y la leche de vaca pueden desaparecer, pero las alergias a los frutos secos, las legumbres, el pescado y el marisco suelen permanecer durante toda la vida. Podemos reducir las reacciones alérgicas a la leche de vaca calentándola, porque el calor desnaturaliza algunas de las proteínas lácteas. Es por ello que algunas personas sensibles a la leche pueden tolerar productos con leche esterilizada o evaporada, pero no la leche pasteurizada. En los productos fermentados, como el yogur, y en los quesos, la estructura de las proteínas lácteas no cambia mucho y por ello, son más alergénicos. En caso de ser alérgico a los lácteos, se puede mantener la ingesta recomendada de calcio consumiendo sardinas y salmón con espinas (en lata) y verduras verdes cocidas, como el brócoli.

La única forma de prevenir las reacciones alérgicas en las personas sensibles es eliminar dicho alimento o componente de su dieta o de su entorno, o de reducirlo en caso de intolerancia alimentaria. La mejor forma de protegerse es leer la información sobre los ingredientes de las etiquetas, y conocer qué alimentos provocan las alergias, la intolerancia o el asma.

Los fabricantes de alimentos deben procurar ayudar a aquellos que sufren alergias a seleccionar una dieta adecuada y fiable, comunicando bien las composiciones en las etiquetas. La UE no específica en la legislación alimentaria cómo debe mencionarse los posibles alérgenos alimentarios pero sí debe etiquetarse con la declaración de todos los ingredientes. De forma voluntaria algunos fabricantes y minoristas, ya declaran la mayoría de los alérgenos graves en las listas de ingredientes, incluso aunque estén presentes en muy bajas cantidades, incluso ya podemos ver algunos destacados del tipo ‘puede contener’ que alerta del posible riesgo.

Frecuentemente, las alergias a los alimentos o a sus componentes se heredan, y normalmente se identifican en los primeros años de vida. Parece que la única manera de proteger en alguna medida a los niños que nacen en familias, en las que hay algún familiar directo que tenga alergias, es que se continúe con la lactancia materna durante 4-6 meses.

Prevenir y tener un diagnóstico adecuado son fundamentales para que el tratamiento contra las alergias resulte lo más efectivo posible. En caso de duda, conviene consultar a un alergólogo.

 

 

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